19S

Fotografía: Carlos Figueroa figueroaimg@yahoo.com.mx

El 19 de septiembre del 2017 va a dejar huella en todos los habitantes de esta Ciudad de México, igual que el terremoto de 1985.

Día a día nos enfrentábamos como sociedad a los retos e implicaciones que deja, enfrentarnos a un desastre que no avisa y que no hay forma de medir sus consecuencias hasta muchas horas después. La sociedad se organizó: recolectando víveres, picos y palas. Llegando a los lugares donde se habían caído edificios para apoyar a quitar escombros. Otros se aventuraban y querían ayudar a rescatar a las víctimas. Muchos otros lidiaban con tener de que dejar sus casas por el grave estado en el que se encontraron después del terremoto que nos azotó ese martes 19.

Como terapeutas y psicólogos sabemos que esto que hemos vivido puede tener implicaciones en nuestra salud física y psicológica.

“Una de las características de los desastres es que pueden afectar a mucha gente al mismo tiempo. Cientos de personas pueden morir y dejar a muchos con el enfrentamiento de las pérdidas. El potencial de crisis psicológica surge en los días y semanas inmediatamente posteriores, en tanto los individuos tratan de enfrentarse a las pérdidas.”( Slaikeu, 2000, p.85).

Me parece importante retomar que en esta ocasión a lo largo de los días todos nos fuimos enfrentando a pérdidas: o nos pasó que algún familiar perdiera su casa o en el peor caso su vida, o nosotros perdimos nuestra casa, o si llegamos a conocer esa calle que sufrió daños la vimos totalmente irreconocible, destruida. Y aunque directamente no nos pasó algo, sufríamos con cada video, noticia, tragedia.

La segunda parte a retomar del texto de Slaikeu es el concepto de crisis psicológica, él nos menciona que es “un estado de desorganización caracterizado por una incapacidad para salir adelante, con el potencial para un daño de larga duración.” Aquí me detengo porque esto no es sinónimo de “Trastorno de Estrés Postraumático. Simplemente el vivir un desastre natural, en este caso un terremoto, puede o no tener ciertas implicaciones psicológicas y es importante tomarlas en cuenta para que en efecto no haya consecuencias a largo plazo.

Coggiola Y. (2010) nos menciona: “Ante un desastre inicialmente hay un enojo natural, que va unido al sentimiento de que no se está protegido de cosas como éstas, y que la forma de vida puede cambiar bruscamente. También hay temor de que pueda ocurrir una situación de desastre a sí mismo a los seres queridos.”

Esto es normal,  el miedo es la reacción natural que tenemos ante peligros reales. Por lo que inmediatamente es una de las emociones que nos acompaña.

Coggiola Y. continúa y nos explica: “Igualmente pueden aparecer síntomas físicos como: Tensión, nerviosismo, agitación taquicardia, vértigos o mareos o fatiga intensa, dolores corporales difusos e inespecíficos, pérdida de apetito, hipersensibilidad a estímulos del medio. También es frecuente sobresaltarse con facilidad, estar irritable, la impaciencia y los problemas de sueño, de concentración e incluso agresividad hacia las personas más cercanas.”

Algunos de nosotros hemos experimentado este tipo de síntomas, es importante conocer que son normales de acuerdo a la situación que vivimos pero que también podemos solicitar apoyo psicológico para enfrentarnos a los mismos.

 

Referencias

  1. Slaikeu, K. (2000) Intervención en crisis. México: Manual Moderno.
  2. Coggiola Y. (2010). Intervencion en Crisis. 25/09/2017, de Instituto de Terapia Gestalt.